Barcenillas es unos de los mejores ejemplos para conocer y descubrir el paradigma de la arquitectura tradicional montañesa de los siglos XVII y XVIII: la casona barroca.

Localizado en la falda de una ladera, junto al río Saja, su nombre procede del topónimo bárcena o lugar fértil próximo al río. Su origen, de marcado signo agrícola y pastoril, se relaciona con la existencia del camino que atravesaba el valle para buscar la salida hacia tierras castellanas: la Ruta de los Foramontanos, que allá por el siglo XVI pasará a denominarse Camino Real. Su paso aún aparece marcado por la presencia de un pequeño Santuco y por la conocida Venta de Barcenillas, parada y fonda de caminantes.

El desarrollo y esplendor de Barcenillas se produce, al igual que en muchos lugares del valle, durante los siglos XVII y XVIII, coincidiendo con la llegada de los capitales de América. Era entonces lugar de realengo y mantenía una actividad muy vinculada a los oficios de la cantería y la agricultura. En este período se levantan espléndidos edificios con grandes volúmenes, fachadas de sillería y ostentosos trabajos de talla en piedra y madera: la de Cantero, magníficamente conservada; las de la Plaza del Cantón; la que se encuentra en el camino de subida a Lamiña, con cinco arcos en el soportal; o la de Calderón, caracterizada por su extremo barroquismo.

Barcenillas conserva además un caserío tradicional, con pequeñas hileras de casas con solana que van formando calles y barrios. La mayoría conservan su pequeño huerto y su corral en uno de los lados o frente a la casa, lo que contribuye a darle ese aire campesino y a la vez señorial que lo distingue.

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